Aprovechando que entre
Ktulu y David me han convencido para que este año me apunte a correr la
San Silvestre de 'sólo' 10km de recorrido (tengo dorsal y todo! - el 070708), voy a dedicarle esta entrada a otra de mis historias favoritas dentro de la Historia: la batalla de Maratón.
Siendo el rey persa Darío I gobernador de las colonias helenas en Asia Menor, el tirano de Mileto, Aristágolas, encabezó una revuelta para la que solicitó ayuda de las polis griegas. Por desgracia, en respuesta a su llamada tan sólo acudieron las ciudades de Atenas y de Eretria, en la isla de Eubea. Aún así, el ejército sublevado consiguió algunas victorias importantes, como en Sardes, pero finalmente fue destruido en Éfeso, y su flota derrotada en la batalla naval de Lade. Tras estas victorias, los persas reconquistaron una a una todas las ciudades sublevadas y, después de un largo asedio, consiguieron arrasar Mileto. La mayor parte de la población de la ciudad murió durante el combate, y los pocos supervivientes fueron esclavizados y deportados a Mesopotamia.
Sin embargo, Darío I, no contento con esta victoria, decidió formar un nuevo ejército con la única finalidad de castigar a las ciudades de Atenas y Eretria por su apoyo a la sublevación jonia. Para ello, en el 490 a.C. armó una flota en la costa sur de Asia Menor en la que embarcó unos 25.000 hombres. De ellos 10.000 eran soldados de caballería, el principal arma persa, y el resto eran de infantería ligera, compuesta mayoritariamente por arqueros. Este ejército lo mandaba Artafernes, sobrino de Darío, y como segundo estaba el noble Datis, al mando de la caballería. Además, el ejército persa también contaba en sus filas con un traidor griego, Hipías, anterior tirano de Atenas, desterrado no hacía muchos años, y que deseaba recuperar el trono de la ciudad que lo había rechazado.
La flota persa desembarcó en la isla de Eubea y tomó Eretria después de 7 días de sitio.
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Bajorrelieve de Darío I |
Busto de Milcíades |
Tras este éxito, los persas desembarcaron en la costa oriental del Ática, en la llanura de Maratón, lugar recomendado por Hipías para ofrecer batalla, por considerarla el mejor lugar para que actuara la caballería persa. El político ateniense Milcíades, avisado del desembarco, incitó a sus conciudadanos a enfrentarse al ejército persa invasor. Además, mientras organizaba sus propias tropas, Milcíades envió al corredor Filípides a Esparta para solicitar ayuda, recorriendo éste en un día a caballo los 220 kilómetros que separan ambas ciudades. Los espartanos prometieron enviar tropas, pero argumentaron que por razones religiosas, ya que se encontraban en el noveno día del mes lunar, no podrían hacerlo sino hasta seis días después, en el plenilunio. Milcíades no podía esperar tanto tiempo, y decidió enfrentarse a los persas con los efectivos con los que contaba en su ciudad más los 600 combatientes llegados procedentes de Platea, en total unos 10.000 hoplitas.
Así los ejércitos persa y ateniense se encontraron en las llanuras próximas a Maratón y durante ocho largos días se observaron sin entablar batalla. Los atenienses no tenían prisa por atacar, esperando la llegada de los refuerzos espartanos y ,además, carecían de caballería por lo que temían ser tomados por los flancos o por la retaguardia. Por su parte los persas tampoco propiciaron la batalla, esperando que los partidarios de Hipías, al conocer la proximidad de su líder, les rindieran Atenas desprotegida ahora como estaba de sus principales huestes.
Pasaron los días y nada sucedía. De modo que los generales persas decidieron pasar a la acción, tomando una decisión equivocada: dividir su ejército. Datis, con la caballería, embarcó sigilosamente de noche, esperando dirigirse a Atenas, sitiarla y que las puertas de la ciudad se le abrieran. Si no tenían suerte, todavía podían regresar al campo de batalla y atacar a los griegos por la espalda. Los persas sabían que con la división corrían un riesgo, y por eso decidieron embarcar de noche, procurando que la maniobra pasara desapercibida por el campamento griego que se encontraba situado al otro lado de la colina y desde el que no se dominaba la playa.
Pero si los persas contaban con la colaboración del traidor Hipías, los atenienses también contaron con ayuda de desertores. Varios soldados dorios, que militaban en el ejército persa, al conocer el embarque de la caballería, abandonaron las tropas del Gran Rey, y se pasaron al bando heleno describiendo apresuradamente a sus estrategas la maniobra de los persas para sitiar y tomar Atenas. Antes estas noticias, los generales atenienses, con Milcíades a la cabeza, decidieron atacar a la infantería persa de inmediato, ya que, si lograban una victoria rápida, todavía tenían teimpo de regresar a Atenas antes de la llegada de los persas y prepararla para el sitio.
Así por fin comenzó la batalla.
La formación de ataque de los griegos era débil por el centro, zona dirigida por Temístocles y Arítides, pero muy reforzada por los flancos, dirigidos por Calímaco en la derecha y por el general de Platea en la izquierda. Así los griegos cargaron contra los persas (comandados por Artafernes), quienes respondieron con una lluvia de flechas. Los atacantes eludieron esta amenaza al precipitarse contra el enemigo a la carrera, consiguiendo así forzar la disposición de los persas en cerradas formaciones . Esta acción resultó determinante, pues los persas no podían hacer mucho contra las largas lanzas de las fuerzas hoplitas, preparadas para un combate cuerpo a cuerpo: sus arcos no les servían a tan corta distancia, y las espadas, puñales y espadas cortas no podían hacer gran daño a los griegos protegidos con coraza. Los persas ofrecieron, sin embargo, una gran resistencia, consiguiendo romper en un momento el cerco griego. Sin embargo, los flancos helenos lograron reagruparse, realizando una maniobra envolvente sobre las tropas persas que se vieron rodeadas y con el mar a su espalda.
Según los historiadoes de la época, las bajas persas ascendieron a 6.000, mientras que tan sólo 192 griegos fueron muertos.
Pero aún quedaba por avisar Atenas. La ciudad iba a ser sitiada por la caballería persa y corría el peligro de que los seguidores de Hipías la rindieran haciendo inútil la victoria de Maratón. Por este motivo Filípides recibió la orden de Milcíades de recorrer los 48 kilómetros que separaban Maratón de Atenas y anunciar la victoria griega. Según la leyenda, Filípides corrió velozmente, alcanzó la ciudad exhausto y con su último aliento pronunció las siguientes palabras: "¡Alegraos, atenienses, hemos vencido!". A continuación se derrumbó por el esfuerzo y murió.
En honor de Filípides la prueba de Maratón de 48 Km de longitud se corrió por primera vez en los Juegos Olímpicos de Atenas del año 1896. El ganador fue un pastor griego, para delirio de sus compatriotas.
Hasta las Olimpíadas del año 1908 no se estableció la longitud de la prueba en los actuales 42,195 Km actuales.