Hace unas semanas, vagabundeando por la página de
yonkis, me topé con un trailer de una película que me impactó sobremanera y que relata uno de los episodios épicos más fascinantes (y a mi entender, grandiosos) de la Historia. La película se titula 300 (os aconsejo que veáis los
trailers) y el episodio que relata es la famosa batalla de las Termópilas. Con permiso de
Morgan, ahora narraré lo que allí ocurrió.
(AVISO: es posible que esta entrada 'spoilee' la película).
Las guerras greco-persas, persas o Guerras Médicas (nombre tradicional heleno, pues los griegos llamaron "medos" a persas y medos) tuvieron lugar, principalmente, entre los años 492 y 449 a. C. Sus fases más agudas duraron once años y fueron las dos invasiones persas de los años 490, desbaratada por los griegos en Maratón, y 479. En este último año, Jerjes, sucesor de Darío, decidió conquistar Europa, empezando por Grecia, para lo que formó un enorme ejército que contaba con 250.000 soldados (algunos historiadores afirman que llegaban hasta 1.000.000 de hombres).
La magnitud de la amenaza era tal que los Estados helenos decidieron crear una liga defensiva. A través de ella, se fijó una primera línea de resistencia en el desfiladero de las Termópilas (debe su nombre a la existencia de unos manantiales de agua caliente), que con su estrecho paso reducía la ventaja numérica del ejército invasor, al mando del espartano Leónidas; en tanto que la escuadra naval aliada se estableció en el extremo de la isla de Eubea, junto a un santuario dedicado a Artemisa, dirigida por el ateniense Temístocles.
Jerjes avanzó por el norte de Grecia sin encontrar resistencia a sus tropas, rindiéndose los habitantes a su paso con tierra y agua en señal de sumisión terrestre y marítima. Pero al llegar a Termópilas, Jerjes se encontró frente a un ejército de 7.000 hombres llegados de casi toda Grecia, entre los que destacaba lo mejor del ejército espartano: los 300 Iguales. Éstos, debido a lo suicida de la empresa, eran hombres que habían sido elegidos por ser los únicos dentro de su rango que tenían descendientes varones y que, por tanto, habían concluido ya con su misión en esta vida.
Así pues, los persas acamparon en las proximidades del desfiladero y Leónidas fue advertido sobre el gran número de arqueros que poseía Jerjes, avisándole que cuando disparaban, "sus flechas cubrían el sol" y "volvían noche el día". A ello respondió Dienekes, soldado espartano, con su famosa frase: "Tanto mejor, lucharemos a la sombra".
Jerjes estaba convencido de que los griegos se rendirían al observar la magnitud de sus tropas. Sin embargo, después de tres días de espera, el rey persa envió un heraldo, que habló a Leónidas de la fuerza del ejército persa, le informó de que al día siguiente comenzaría el ataque, y por último le invitó a rendirse diciéndole que el Gran Rey, en su generosidad, les perdonaría la vida si entregaban sus armas. "¿Qué respuesta debo llevar al Rey?" preguntó el heraldo. Leónidas respondió: "ven a cogerlas".
Al día siguiente los persas comenzaron a avanzar y penetraron en el desfiladero. Mientras, los espartanos, quietos y formando en falanges, les esperaban entonando el peán (himno en honor al dios Apolo). Con gran griterío los persas se lanzaron a la carga. Cuando ya estaban muy cerca, la falange espartana se puso en marcha. El choque fue terrible, los persas se lanzaban a cientos sobre la muralla humana formada por los espartanos, en cuyas lanzas se ensartaban. Sentado en su trono Jerjes se revolvía ante lo que estaba presenciando, los espartanos estaban literalmente masacrando a sus tropas.
Frustrado e impaciente, Jerjes envió al frente a sus diez mil Inmortales, su fuerza de élite, llamados así porque cada vez que un Inmortal caía, otro corría a reemplazarlo. Sin embargo, los resultados fueron los mismos. Los persas morían a cientos, la moral del ejército decaía y los griegos no mostraban signos de cansancio. Durante las noches, Leónidas solía decirles a sus hombres: "Jerjes tiene muchos hombres, pero ningún soldado". La batalla continuó de esta forma durante tres días.
Fue entonces cuando Jerjes, abatido, recibió la ayuda que necesitaba. Un traidor griego llamado Efialtes ofreció mostrarle a Jerjes, a cambio de una cuantiosa recompensa, un paso alternativo que rodeaba el lugar donde estaba Leónidas . Sin dudarlo, Jerjes envió un importante número de sus fuerzas por ese paso con el fin de acabar con la resistencia griega de una vez por todas. Este paso se encontraba defendido por los focenses, pero al verse sorprendidos durante la noche por los persas, huyeron al primer contacto, sellando de esta manera la suerte de los defensores de las Termópilas.
Leónidas en las Termópilas de Jean-Louis David
Cuando Leónidas detectó la maniobra del enemigo y se dió cuenta de que estarían rodeados, reunió un consejo de guerra, donde ofreció a los griegos dos opciones: podían irse por mar a Atenas o permanecer en las Termópilas hasta el final. La mayor parte de la fuerza griega decidió retirarse hacia Atenas, pero los 300 soldados de la guardia de Leónidas, los tespieos y algunos tebanos se quedaron a presentar batalla. Al despuntar el alba del cuarto día, Leónidas dijo a sus hombres: "Tomad un buen desayuno, puesto que hoy no habrá cena". Los persas atacaron por los dos frentes. La suerte estaba echada, no había escapatoria. Los espartanos se defendieron con ímpetu y Jerjes tuvo que abatirlos desde lejos con sus arqueros para no seguir perdiendo hombres. Finalmente Leónidas fue alcanzado por una flecha y los últimos espartanos murieron intentando recuperar su cuerpo para que éste no cayera en manos enemigas.
La batalla había durado cinco días y los persas habían conseguido derrotar a los temidos espartanos. Sin embargo éstos ya habían retrasado notablemente el avance persa, diezmado la moral de su ejército y matado a miles de soldados. El resto de la guerra es conocido: la flota griega derrotó a la persa en Salamina y, poco después, los griegos derrotaban a los persas en Platea. Grecia había vencido. En memoria de los valientes se colocó una lápida en el lugar donde cayeron los últimos espartanos. En ella puede leerse: "Oh, extranjero, informa a Esparta que aquí yacemos todavía obedientes a sus órdenes".
pd: Si alguna vez tenéis la oportunidad, ya sea en un aeropuerto o en la Grand Place de Bruselas, no dejéis de probar los fantásticos bombones Leónidas. Merecen la pena.